PANTER VITA ECO
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Necesitamos recuperar la estela que dejo ese pequeño Perro, COBI. Nos hizo imaginar juntos, abrirnos al mundo, abrir Barcelona al mar. No importaba de donde venias, ni a donde ibas, ni en que creías, ni en donde habías nacido. Dimos una lección al mundo, de convivencia, de tolerancia. Había un objetivo común.

El Espíritu del COBI, si, no me afectado una fiebre del virus, ni nada por estilo. Estoy invocando a ese objetivo común, a ese proyecto que nos envolvió a todos, era por entonces el año 1992. Este país tenía dos grandes proyectos en su periscopio. La Expo de Sevilla y las Olimpiadas de Barcelona.

Estas tenían una curiosa mascota, se llamaba COBI. Este muñeco, controvertido al principio, pero luego muy querido, nos inundó de un brillo especial a todos aquellos que tuvimos la gran oportunidad de vivir ese mágico momento en nuestras vidas. Las cifras fueron macro, 60.000 voluntarios apuntados antes de que la ciudad fuese declarada sede oficial. Fruto de un proyecto que había nacido por el año 1981, como fruto de la unión de todas las instituciones implicadas, cosa que ahora parece una utopía.

Nos dejo cosas que serán recordadas en el tiempo, el grandioso dúo de Montserrat Cabelle y Freddie Mercury. La Canción de Amigos para Siempre, ya fuese su versión de Josep Carreras y Sarah Brightman, o la que tantas veces nos ha hecho bailar con los Manolos. Cambio la imagen de la ciudad, sus calles, sus avenidas, su aeropuerto, existe un antes y un después de Barcelona tras las Olimpiadas. Como se dijo tras su final, fueron posiblemente los mejores juegos de la era moderna nunca antes celebrados.

Puso a Barcelona y España en el mapa, de muchos ciudadanos de muchos países que no sabían ni que existíamos. Una organización increíble, una participación ciudadana modélica, que apoyo en todo momento lo que iba a suceder en la ciudad. El 25 de Julio de 1992 quedaron inaugurados, los XXV Juegos Olímpicos, con una espectacular ceremonia que cautivo al mundo. Con récord de participantes y países, 9.356 atletas (6.652 hombres y 2.704 mujeres) de 169 países.

Pues bien, necesitamos recuperar la estela que dejo ese pequeño Perro, COBI. Nos hizo imaginar juntos, abrirnos al mundo, abrir Barcelona al mar. No importaba de donde venias, ni a donde ibas, ni en que creías, ni en donde habías nacido. Dimos una lección al mundo, de convivencia, de tolerancia. Había un objetivo común. Cientos de nuestros atletas se prepararon durante años para conseguir nuestros mejores resultados de todos los tiempos en los juegos. ¿Porque no volver a recuperar ese sentimiento, esa ilusión conjunta?

Salgamos a la calle con responsabilidad, con un deber que cargar a nuestras espaldas.  A caso no sabemos si no cumplir prohibiciones que cuando acaban nos hacen hacer el más horrible de los ridículos, como si este otro COVID no nos hubiese enseñado nada, completamente nada.

Cuesta entender como todas las organizaciones, tanto gubernamentales, como no, se pusieron a trabajar juntas, el país, lo necesitaba, el pueblo necesitaba para dar un nuevo aire de España al resto del mundo.  El mundial de apenas hacia 10 años, en 1982, no había sido el espaldarazo esperado. Era nuestro último tren.

Necesitamos un arquero que lance su flecha en la oscuridad de la noche, para que nos guie y nos marque el camino. Todos sabíamos que no podía fallar, pero nuestros corazones se pararon por dos minutos interminables. Todos corríamos con los atletas, todos saltábamos con esa pértiga. Todos fuimos hincha de aquella selección de fútbol, que llena de promesas, ganaba algo muy grande. Era como si todo el estadio empujase ese último gol hasta el fondo de la red.

¿Que nos ha pasado en menos de 30 años?, no hemos sabido aprender a sumar. No hemos sabido sacar nada positivo de esta horrible crisis. No somos ni mejores, ni más sabios, ni más tolerantes. Parece que nada, pues la gente sin prohibiciones no es consciente de sus obligaciones, ni del bien común. Por ejemplo,  hay algunos hospitales todavía en zona 0, empezaron a despedir a personal contratado, para aprovechar eso de que no ha pasado el periodo de pruebas, y de paso nos ahorramos el despido.

Volvamos a nuestros orígenes, volvamos a ver en esos trazos del diseño de Mariscal, de ese COBI, que lleno nuestras vidas de color, de alegría, de espíritu de pertenecer a algo que debía y sería grande. Ese sentimiento nos unió, no importaba quién estaba a nuestro lado, todos teníamos impregnada la piel de ese aire de mar que recorría la ciudad. Que te hacía sentir una risa que no sabías a que se debía. Hagamos que ese futuro que nos aguarda tenga un sentido.

Tenemos una sociedad más preocupada del que dirán, del postureo, del yo, que hemos perdido hasta el placer de poder hacer un café y una conversación con un amigo. Claro el sonido del Whatpss no nos deja. Alguien, quién sea, que pare esto, porque lo pudimos hacer una vez, porque lo pudimos hacer y podemos, porque en ese momento pensamos en el nosotros y no el yo.

Cuando vamos a visitar a un cliente vamos a sumar, a ver que podemos ofrecer, pero nos ven como un estorbo. Cuando vamos a comprar, muchas veces tenemos la sensación de que cuando menos tiempo estemos allí, menos molestamos. Muchos de nuestros grandes clientes, nos ven como un banco al que poder pedir lo que se pueda pedir.

Pensemos, en varias palabras, colaborar, sumar, enriquecernos mutuamente, pero no con dinero solamente. Busquemos esa voz, que dio ese toque mágico de Constantino Romero, que fue el alma de la fiesta de despedida de Barcelona 92. Busquemos una vuelta triunfal de aquel estupendo Tricicle, hemos olvidado hasta de reírnos de nosotros mismos. Hemos de pensar tanto en cómo decir las cosas, a quien vamos a molestar o incomodar, que estamos perdiendo el sentido del ridículo y del humor.

Este país, este sector necesita ponerse bajo una única bandera Olímpica. Curiosamente quién fue el abanderado ese día, hoy es el rey de España Felipe VI. Formemos esos círculos que están en esa bandera olímpica, seamos diferentes pero a la vez unidos, sumemos más que restar.
Fueron muchas pruebas por superar, muchas obras durante años en toda la ciudad, pero la gente sabía que era por algo bueno para todos. Hoy esa paciencia, ese nosotros, no existe. Tenemos un país roto, un sector que no sabe por dónde es la siguiente regata, que posiblemente algún tripulante de ese barco haga aguas en la siguiente boya.

O le damos un golpe de timón a esta prueba a la que nos ha sometido este virus, o no vamos a ganar ni una sola manga más. Tenemos la oportunidad nuevamente histórica de volver a unirnos, a saber, que el bien común es lo que importa.

Pero mucho temo que vamos a llegar los últimos, sin fuerzas, sin ideas, sin saber cómo coordinar este esfuerzo, para que, en un plazo no muy corto de tiempo, todo vuelva a ser un poco peor que antes de toda pandemia.

Llenemos nuestras almas, nuestros corazones de ese espíritu de aquel COBI. O este Covid sí que habrá podido con nosotros.

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