PANTER VITA ECO
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Removiendo películas del pasado, he llegado hasta el año 1993, y he encontrado una genial obra del director Jonathan Demme y protagonizada por Tom Hanks y Denzel Washington: Philadelphia, un filme con un muy joven Antonio Banderas, y con una gran banda sonora con la canción de Streets of Philadelphia, de Bruce Springsteen.

Esta película narra la historia del joven y prometedor abogado Andy Beckett (Tom Hanks), pero todo cambia cuando descubre que vive con VIH y por ello es despedido de la firma de abogados para la que trabaja. Entonces decide contratar al abogado Joseph Miller (Denzel Washington), siendo un símbolo que un abogado de color, luche por algo que nadie sabía realmente que era, sobre todo para defender los derechos de un miembro de la comunidad homosexual.

Una historia que se produce en la ciudad en donde los padres de la Patria de los Estados Unidos, declararon un día la Independencia de los Estados Unidos.  Es una lucha de los derechos humanos, reflejados en dicha declaración. Es una magistral interpretación del todo terreno, Tom Hanks, como Andy, el joven y prometedor abogado, que trabaja en una prestigiosa y respetada firma de abogados. Wyant, Wheeler, Hellerman, Tetlow & Brown.

Tras varios años de duro trabajo, ha sido designado para representar a su bufete en el caso más importante de su carrera profesional. Durante la reunión en que se debate esta asignación para el caso, uno de los socios descubre que presenta una mancha sospechosa en su rostro.  Pese a que él le quita importancia, todos comienzan a pensar que algo malo le pasa a Andy. Ocurre un hecho muy extraño, deja la demanda del caso en su mesa, con una copia en su ordenador. Pero desaparece sin dejar huella, pese a que todos la buscan. Su salud empeora por días. Unos días más tarde, sus jefes le llaman a sus oficinas, para comunicarle que debido a su "incompetencia", será despedido. Sin embargo, el joven abogado se da cuenta de la verdadera razón, por la que se desprenden de él, es por tener el VIH.

Unas semanas después, busca la ayuda del abogado J. Miller, para que intente ayudarle en una demanda contra su antigua empresa, por haber sido víctima de discriminación. Pero en una primera instancia rechaza ese encargo. Por prejuicios de homófobos, por temor a contagiarse de esa extraña enfermedad. Hasta que unos días más tarde en un encuentro, Andy es víctima de una nueva injusticia.

Es un relato de lucha personal de querer hacer lo que es justo, en una época que los prejuicios eran muy fuertes, ser de color diferente, pensar diferente, sentir diferente, era muy difícil tener una espantosa enfermedad que daba miedo solo nombrarla. Podríamos pensar en que tiene que ver esto con nuestro sector. Pues bien, bastantes cosas.

Primero de todo, estamos en un mercado muy, pero que muy tradicional. En donde muchas cosas deberían cambiar. Mujeres que no cobran lo mismo que hombres por hacer exactamente lo mismo, o un mejor trabajo, vendiendo en tiendas, atendiendo a centenares de clientes.
O cuantas compañeras de profesión de ventas, por el hecho de ser mujeres, no han de demostrar muchas más cosas, compaginar su vida familiar de madres, con ese difícil trabajo de estar en la calle vendiendo.

O contra ciertos sectores comerciales de diferentes origines diferentes al nuestro, que cuando hablamos de ellos, lo hacemos con cierto tono despectivo, sobre todo por no conocerlos a fondo.

Muchas de estas cosas, pasan solo por simples primeras impresiones, juzgamos a vendedores, compañeros, sin dar ni tan solo una segunda oportunidad. Todos tenemos esa pequeña mancha en la frente, o esa cicatriz que se pueda mostrar incomoda. No queremos ver eso frente a nosotros, es algo que deseamos mantener a un lado para que no nos moleste. A nadie nos gusta que nos presente una demanda por discriminación, pero es así. No damos el mismo tratamiento en nuestros negocios a mujeres y hombres, somos uno de los países en donde la brecha salarial entre los dos sexos en mayor.

La adversidad hace que Andy y Joe, marquen unos estrechos lazos durante todo el largo proceso en el que dura el Juicio. Es una lucha contra los derechos civiles, contra la discriminación por múltiples motivos. Sobre todo, por parte de la aguda abogada del bufete. Un juicio que duro meses, en un estado de intolerancia general, donde cada prejuicio es derribado por el genial abogado de color. Incluso ha de finalizarlo solo, por el delicado estado de salud de Andy.

Pese a todo gana la batalla legal. Es algo que por desgracia en nuestro sector no se solucionara en pocos, ni en muchos meses. Es algo que todos debemos ser un reflejo de los dos protagonistas, luchar por ganar pequeñas batallas, tratando a todos por igual, sin importar sus manchas. Demos tiempo, oportunidades, confianza. Igual que Joe, dio esa oportunidad a Andy para poder defenderlo, para que su caso se escuchase con fuerza y en toda su plenitud.

Todos hemos sido objeto de ese pequeño giño por nuestras “manchas”, por no tener idiomas, por no tener ese máster que nos da cache. O bien por no haber ido a aquella u otra universidad. Pese a que la experiencia, nos pueda haber dotado de cientos de oportunidades de conocimiento. Se nos tacha de no ser del todo buenos para eso u otro cargo.

Cuando se nos mira se hacen un juicio de valores, con más o menos prejuicios. Lleguemos al fondo de la cuestión. Valoremos a cada persona por su valor real. Si una vendedora es buena, no tiene por qué demostrar que es mejor todavía. Si una dependienta es una gran vendedora en una tienda, por qué no se le retribuye de la misma forma que a otra que tal vez no sea tan buena, por el simple hecho de ser hombre.
Hagamos lo que pide Andy en su última intervención en el estrado, hagamos justicia. Buscamos dar a cada uno lo que se merece, lo que se gana con el sudor de su frente, con su conocimiento y aprendizaje.

No dejemos esa silla vacía en el juicio, como si no fuese con nosotros. Cómo si se viese desde la barrera del público, seamos parte de ese jurado que quiere darle esa oportunidad de crecer, de saber lo que es justo y no.

Recorramos las calles de Filadelfia con un talante diferente, silbando esa canción de Bruce, queriendo recoger el espíritu de la declaración que hace unos siglos se firmo en esa ciudad, donde todos los hombres debían ser iguales.

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