PANTER VITA ECO
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Los productos son muy similares unos de otros. La gran diferencia de cualquier empresa es la suma de sus empleados y colaboradores y, en su suma final, sus clientes. Un nuevo artículo de nuestro colaborador, esta vez relacionando la actualidad del sector con El puente de los espías (2015).

Muchas veces la historia supera la ficción, incluso en los mejores casos. Pero, sobre todo, nunca hemos de olvidar la historia, ya que sin el pasado no seremos quienes somos en el presente, ni podremos tener un futuro. Por ello, muchos hablan de la II Guerra Mundial. Tras su final, comenzó otra guerra llamada la Guerra Fría con más peligros globales y una forma diferente de luchar, donde hubo momentos en los que la humanidad estuvo en más peligro de una guerra total que en la anteriores de comienzo de siglo. No hemos de olvidar los misiles entre Estados Unidos y la URSS por medio de Cuba, en octubre de 1962. Durante 13 días, el mundo estuvo muy, muy cerca de una guerra nuclear. En especial entre los días 26 y 27 de octubre.

Esta película, que  se llamó  Bridge of spies (El puente de los espías) de 2015, dirigida por el gran rey midas del cine Steven Spielberg, y protagonizada por Tom Hanks, Mark Rylance, Amy Ryan y Alan Alda, nos cuenta la historia real de la detención del espía ruso, Rudolf Abel, en 1957 y el denominado incidente del U-2 ocurrido el primero de mayo de 1960, donde un piloto americano es derribado y detenido durante la Guerra Fría. Este espía es defendido por un buen abogado: James B. Donovan, en un principio más como algo simbólico que como un acto real de defensa de sus verdaderas libertades.

Incluso se cuestiona si realmente tiene derechos, si es igual al resto de ciudadanos estadunidenses. No creen en su defensa, ni en que sea real su juicio. Este abogado consigue convencer al juez de que una condena a muerte sería un error, un mensaje hacia la URSS: si en alguna ocasión, un espía, soldado o colaborador es capturado, su final sería igual al que se dictaminase para este caso. Pese al rechazo que sufre por la opinión pública americana al pedir un juicio justo, este abogado cumple con sus principios morales y lo consigue.

Por suerte, el juez le hace caso y queda en cadena perpetua. Poco después, un piloto americano es derribado por los rusos y condenado a una pena similar en 1960. El gobierno americano encarga extra oficialmente a Donovan que trate de negociar el intercambio de ambos prisioneros. La cosa es complicada, en pleno Berlín dividido por un muro, así como por intentar introducir en este intercambio a un estudiante que, presuntamente, fue acusado de espionaje.

Ha de convencer a los rusos de que su espía no ha colaborado con la CIA, que será de nuevo útil para ellos, para que tenga sentido el cambio por el piloto derribado. A la vez, ha de colaborar con el nuevo gobierno de la Alemania Oriental prorrusa.

Es todo un juego de ajedrez entre la CIA, la KGB, el gobierno ruso y el alemán oriental. En medio, un abogado con muchos principios, con buena voluntad, que llevará a buen término el intercambio en ese famoso puente de Berlín, Puente Glienicke, de prisioneros de ambos bandos en plena Guerra Fría.

Al día siguiente todo el mundo ya lo sabe, Donovan por fin es un héroe, y queda todo con un final feliz. Una vez está vuelta en Estados Unidos, el Gobierno reconoce públicamente a Donovan por negociar el trato que rehabilita su imagen pública.

Como de costumbre, la gran pregunta es ¿qué tiene que ver todo esto con nuestro mercado? Pues como siempre, la respuesta es sencilla: mucho. Nosotros trabajamos muchas veces sobre objetivos, sobre criterios que no siempre pueden o son lo más correcto. Es decir, hacemos lo correcto, enfocamos las ventas de una forma adecuada. Tanto desde las empresas como desde los distribuidores, en los formatos, en los canales correspondientes. Somos y ponemos los medios adecuados. O bien pedimos a nuestros colaboradores esfuerzos que están más allá de lo que sería realmente lógico y real.

Se le pide a ese pobre abogado, que no sabe de espías, que no sabe de leyes internacionales, que ponga su vida en peligro en un país extranjero, en pleno Berlín ocupado, siendo incluso hasta robado en plena calle por un fin mayor, mejor. Mandamos a comerciales a cubrir rutas imposibles, a que hagan jornadas que no son reales, que no son rentables para nadie. Ponemos a personal en las oficinas a trabajar muchas horas, con jornadas que no se acaban nunca, a hacer mucho más trabajo del que es posible hacer. Creando nervios, estrés, una angustia que puede hacer que las personas no hagan bien su labor.  Muchas veces decimos “esto es lo que hay”, pero Donovan no lo aceptó, luchó por dar unos derechos iguales a quien no era de ese país porque era un ciudadano con derecho a ser defendido igual a cualquier otro.

Por ello, seamos realmente justos con los equipos internos, con los que están en la calle. En los distribuidores se les dan los medios, las formaciones, las prestaciones, las retribuciones que son necesarias. Pero yo creo que no, si no la rotación de personal no sería la que es ahora: la que por desgracia va en deterioro del servicio, de la calidad del trabajo.

¿Somos quienes decimos ser, quienes decimos que somos de puertas para fuera? o ¿somos la versión real de lo que no somos capaces de ser? ¿Por qué no damos lo mejor de nosotros? De no ser así, no hubiese sido posible esa negociación a tres bandas, donde ese pobre abogado logró convencer a su propio gobierno, a la CIA, a la KGB, al gobierno ruso, al alemán oriental, para que tres personas volviesen a sus países, a sus hogares con sus familias, para que al fin hubiese un poco de justicia en plena locura de juego de espías.

Entonces, ¿por qué no lo hacemos nosotros? Formemos a las personas de nuestros equipos, démosles medios, incentivos, un poco de confianza. Si lo hacemos, quizás podamos sacar una mejor versión de todos, un mejor resultado.

Los productos son muy similares unos de otros. La gran diferencia de cualquier empresa es la suma de sus empleados y colaboradores y, en su suma final, sus clientes. Esta combinación es única e irrepetible. Es cierto que nadie es imprescindible, pero muchos prescindibles pueden cambiar el ser o no ser de una empresa.

Por lo tanto, ¿tienes el talento para hacer cruzar a esos espías por el puente helado o sólo eres un piloto caído en combate que no va a hacer nada por volver a casa? Tú decides.

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