PANTER VITA ECO
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Como decía en un bar: “No tenemos wifi, hablen entre ustedes”. Hagan lo mismo, conozcan su zona, toda, no solo las tiendas de sus amigos…para eso están las redes sociales. Vendan, ayuden, coloquen, que es bueno saber lo que el cliente necesita, escuchar es más sabio que soltar un discurso vacío.

Hoy nos hemos puesto un poco buscadores, por eso de ir siempre tras un tesoro.

Nos referimos a la película El Templo del Oro. Dirigida por J. Lee Thompson, protagonizada por Chuck Norris, Louis Gossett, Jr., Will Sampson y Melody Anderson, de 1986. Nos narra la historia de los arqueólogos Max y Leo que, tras muchas otras aventuras, con finales muy fracasados, han tomado la decisión de dejar su trabajo, pero no son capaces de conseguirlo. Una bella joven los contrata para buscar un fabuloso tesoro azteca. Pero tras esa búsqueda se esconde un vengativo espíritu que por medio de un malvado hechicero tratará de poner todas las trabas posibles e incluso matarlos.

Pero finalmente, casi de casualidad, consiguen el tesoro. Las aventuras sin fruto, sin tener una recompensa son la realidad de muchos días de ventas. Por desgracia, demasiado frecuentes en la actualidad. Pero ellos consiguen su tesoro por conocer cómo llegar hasta a él, cómo luchar por cada nuevo paso, no se rinden a la primera dificultad. Cuántas veces hemos escuchado de un vendedor el “ya fui una vez”, “ya le envíe la oferta”, “ya le llamé y no me ha contestado”.

Lo cierto es que o te sobran los clientes, o los que te compran te compran mucho. Pero hace daño a los oídos ver cómo algunos que se hacen llamar comerciales se quedan tan tranquilos con estas afirmaciones. Cómo es posible que a grandes clientes con mucho potencial, solo sean capaces de dedicarles el mínimo esfuerzo. Se piensan que se les están esperando. Que tienen el hueco esperando para que ese vendedor llegue a su tienda, con todo listo para que implante su producto. Pues esa es una realidad virtual, no real. Ya que nadie espera a nadie, por mucho producto súper estupendo que él venda, por mucha multinacional que represente. Es increíble cómo algunos no solo no venden en clientes estratégicos, sino que ni siquiera saben de su existencia. La zona de confort es increíblemente grande.

Igual que los arqueólogos de la película, deben buscar, ver las pistas, conocer lo que hay en su mercado, les vendan o no. Porque sino conoces todos los actores que forman parte de tu zona de ventas, no podrás saber en qué parte del pastel estás.

Los clientes no están en una urna esperando a que algún comercial se despierte un día y decida dedicarle su maravillosa atención. Si fuese así, los dos protagonistas no habrían superado todas las dificultades hasta llegar al templo del tesoro.

Muchos comerciales llegan hasta su punto preferido de venta sin mirar nada en su recorrido, ya sea en coche o andando, no saben qué se pierden, qué no está dentro de su zona de actuación cotidiana. Luego dicen que no se vende, que no hay clientes.

Pero no miran los listados que les pasan los grupos de compra, no comentan con otros compañeros de profesión, viven en una burbuja dorada, de la que los clientes no amigos no forman parte.

Frases antológicas como “yo solo voy a un cliente si me llama”, o “si quiere algo ya me pasará pedido”. Grandes muestras de una fantástica gestión profesional. Luego, si vas cada seis meses y el cliente no te hace mucho caso, dicen eso de “no está interesado en nuestros productos”, o “no ha querido atenderme”. Normal, si cuando el cliente ha de buscarse la vida cuando tiene un pedido o un problema, para qué va a prestar atención a aquel que no se la presta. Porque comerciales que pasen periódicamente por los clientes, arreglen el lineal, propongan negocio, aporten valor añadido, hay por desgracia cada vez menos.

Sobre todo, es curioso el caso del que no visita: “Yo les mando una convocatoria para un vídeo, está super de moda”. Desde tu escritorio, que no te permite conocer ni la mitad de cadenas que hay en tu zona, porque no sales si no es para comprar el pan. ¿Cómo vas a ver la tienda tu cliente, la forma en la que pone el producto y cómo tiene indicada la sección?

Eso es vital, la tienda habla de su propietario, de cómo vende tu producto, de cómo se relaciona con los consumidores. Eso, un vídeo, un mail, o un WhatsApp no te lo va a contar. Estamos en una era digital, pero también en una de mucho perezoso que no quiere perder tiempo ni invertirlo en su cliente.

Los que sí invierten tiempo suelen ser un poco dinosaurios, un poco de los de antes, aunque algunos jóvenes valoren, bien adiestrados, con interés por su labor y por su gestión de clientes. Pero la zona de confort, la pandemia, la poca gana, no han hecho nada bien en muchos. Algunos aprendimos como junior, como colaboradores por tiendas de esos pueblos perdidos del país, trabajando miles de horas perdidas. No salimos del máster al despacho.

La calle enseña, la calle te pone en tu lugar, cuando no había móviles, ni mails, solo una cabina para pasar pedidos urgentes. Eran otros tiempos, pero sabíamos lo que valía una relación humana, lo que era ayudar en el punto de venta, la calle enseña que todo tiene su valor, y como decía en un bar: “No tenemos wifi, hablen entre ustedes”. Hagan lo mismo, conozcan su zona, toda, no solo las tiendas de sus amigos…para eso están las redes sociales. Vendan, ayuden, coloquen, que es bueno saber lo que el cliente necesita, escuchar es más sabio que soltar un discurso vacío.

Hagan que ese tesoro del templo sea cada tienda, sin importar su tamaño. Cada pedido es un tesoro, es una nueva forma de conectar con su cliente.

Nuestro trabajo es un poco como el de los arqueólogos, buscando oro en cada esquina sin que el hechicero malvado nos pueda llegar a cazar…

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