PANTER VITA ECO
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Luchan contra condiciones de locos. Se enfrentan a las ventas en internet si saber cómo llegar a esos precios. Se encuentran a administraciones que no tienen la voluntad ni de escuchar ni de ayudar. Un nuevo artículo de nuestro colaborador, esta vez sobre la película 'Solo en casa' (1990).

Hoy he buscado en el baúl de los recuerdos y he encontrado un clásico de hace ya unos años. Me refiero a Solo en casa, película de 1990. Fue dirigida por Chris Columbus y protagonizada por Macaulay Culkin, Joe Pesci, Daniel Stern, Catherine O'Hara, Roberts Blossom, John Heard y John Candy. Todo un gran éxito de taquilla. Unas imágenes que ya son parte de la historia del cine.

Nos relata la historia de un pequeño de ocho años. Su extensa familia, al salir a todo gas hacia el aeropuerto, le deja olvidado en su casa justo antes de Navidad. Kevin, el protagonista, despierta y se encuentra solo en casa. Toda su familia se fue, se olvidaron de él. La familia se marcha a París, pero no se dan cuenta de su olvido hasta estar en pleno vuelo. La madre logra regresar a Estados Unidos para intentar llegar a su hogar en Chicago. A Kevin le encanta la situación, el estar solo sin el agobio de su familia, pero es acosado por dos ladrones que intentan entrar en su hogar por todos los medios. Esto genera muchas situaciones divertidas, en las que el pequeño usa su ingenio para hacerle las mil y una a esos dos intrépidos ladrones. Pone numerosas trampas y obstáculos y sale siempre victorioso. Al día siguiente llega su madre con toda su familia, los ladrones son capturados por la Policía y todo acaba bien el día de Navidad.

Hay aquí un paralelismo muy preocupante con nosotros: los que están solos en casa son miles de autónomos. Han sido olvidados por aquellos que les habían prometido miles de cosas para que no se quedasen solos, no sólo en las fiestas de Navidad, sino ante todos los problemas que han sucedido.

Es un colectivo que llena de empleo el país, en sus tiendas, en sus restaurantes, en sus bares... Llenan de luces todas las noches del año, no solo en las fiestas, con sus escaparates, con sus luminosos. Recordemos, durante la pandemia, las miles de calles a oscuras sin gente porque no había a dónde ir.

Ellos hacen posible que una tienda nos dé cientos de cosas que necesitamos. No solo ellos, también los carpinteros, fontaneros, agentes de comercio. Forman parte de un círculo que hace rodar la economía, que hace funcionar al país. Están solos, dejados de la mano de las administraciones, de los que pueden decidir que sus vidas sean un poquito menos duras. No digo mejores, sino menos duras. Como Kevin, han de imaginar cómo llegar a fin de mes.

Administraciones de todo tipo intentan poder llevarse todo lo que puedan de su casa, han de saber cómo sortear problemas, impuestos a cientos, normativas de locos, cosas incoherentes, pocas o nulas ayudas. Han de hacer como Kevin, saber sacar el mejor partido a lo poco que tienen. Poner su mejor imagen, su mejor postura, para atender a clientes y dar servicios. No queremos saber que ellos dan un empleo duradero, no basura, como otras grandes corporaciones. Luchan contra condiciones de locos. Se enfrentan a las ventas en internet si saber cómo llegar a esos precios. Se encuentran a administraciones que no tienen la voluntad ni de escuchar ni de ayudar.

Autónomos que no pueden tener bajas, ni estar enfermos, ni poder irse casi de vacaciones. Están en un ambiente helado, frío, sin el calor de quienes les prometieron que no se quedarían solos. Sin ver una luz, en esa casa rodeada de nieve, de hielo. Con esos dos ladrones locos intentando entrar, luchando contra un crío sin medios. Pero con ganas, con valor, con imaginación.

La vida de esos miles de autónomos, sea cual sea su ocupación, es digna de admirar. En un país donde emprender se castiga, no pedimos ayudarles, solo no poner todas las trabas posibles y unas pocas ayudas más. Son un blanco de impuestos, de abusos de parte del poderoso contra el débil.

Si matamos la iniciativa empresarial no nos quedará país, ya que la industria se la vendimos al extremo oriente. Nos queda solo un país de servicios. Pero este colectivo presta un servicio esencial. No podemos vivir sin pan, sin bebidas, sin Ferreterías, sin fruterías en nuestros barrios. O sí...

Ánimo, valor, porque, aunque algunos no quieran veros, no estáis solos en casa.

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