PANTER VITA ECO
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Un líder no llega el último y se va el primero. No lee lo que pasa en el mercado en las noticias, sino que las vive con su equipo en la realidad del momento. Un nuevo artículo de nuestro colaborador, esta vez sobre la película ‘Tormenta blanca’ (1961).

Esta vez tenemos una gran película para narrar algo muy necesario en nuestro mercado. Nos referimos a Tormenta blanca, basada en el naufragio del bergantín Albatros en 1961, por culpa de un fenómeno marino llamado Tormenta Blanca frente a las costas de Puerto Rico.

El film cuenta con un gran reparto: Jeff Bridges, Caroline Goodall; John Savage; Scott Wolf; Jeremy Sisto; Ryan Phillippe.

Nos narra la historia del barco escuela de la marina privada dirigido por el capitán Dt. Sheldon, conocido por sus marineros como Skipper, es decir, patrón.  Todos juntos pasan por muchas aventuras en su viaje visitando las islas del Caribe y las costas del Atlántico. Los marineros van aprendiendo a navegar, a estudiar, a ser compañeros, las cosas importantes de la vida y todo lo que en el futuro les podrá valer para ser mejores personas. Incluso alguno es expulsado por su crueldad con los animales. Entre ellos se crea un vínculo muy especial.

Una tormenta eléctrica de grandes dimensiones convierte el mar en un infierno, con grandes olas. La tormenta blanca hace que el barco sufra un naufragio. En él mueren seis personas, entre ellas la esposa del capitán, lo que provoca en él una gran depresión y sentimiento de culpa.

El capitán es sometido a un juicio para ver si realmente fue la tormenta toda la culpable o si bien también hubo negligencia por su parte, lo que hubiese provocado las muertes. En un momento del juicio, el capitán decide renunciar a su licencia y salir del juicio.

Los alumnos lo impiden usando una campana del barco, donde se puede leer “donde va uno, vamos todos”. Ese era el lema que intentaba que todos llevasen grabado en sus mentes. Aquello que les salvaría la vida, la base de la navegación y de todo lo que pudiesen hacer en la vida.

Esto hace que el capitán vuelva a entrar en el juicio, y la sentencia final dictamina que las muertes y el naufragio fueron fruto de la tormenta. Esta historia real es una muestra de lo que realmente ha de ser un líder a cualquier nivel. El líder en ese barco hacía las labores con el resto de la embarcación, sumaba en el grupo, era blando o duro según las necesidades de todos, no solo de las de uno de ellos o de las suyas propias. Un líder guía, un líder suma, un líder integra y da ejemplo.

Un líder no llega el último y se va el primero. No lee lo que pasa en el mercado en las noticias, sino que las vive con su equipo en la realidad del momento. Un líder está en los momentos que se le necesita, no solo en los que le apetece. Es quien sabe el día de tu cumpleaños, quien se queda en las reuniones hasta el último momento, el que se preocupa de todos lo detalles. Lo es, no solo en el trabajo, sino más allá. Cuando dejas de demostrarlo, de serlo, el equipo o el grupo deja de creer.

Es ese miembro de la organización que no impone, convence, que sabe de lo que habla, y si no es así, se informa para poder estar a la altura de las necesidades. Es un referente cuando tienes problemas de cualquier índole. Una organización sin líder es un barco a la deriva, pero en nuestro mercado, el día a día es una continua tempestad que necesita que alguien sepa llevar el timón y marcar el rumbo.

Cuántas empresas vemos que no saben a qué juegan, qué papel ocupan o quieren ocupar en nuestro mercado. Hoy dicen blanco, mañana gris. Lanzan productos sin ton ni son. No atienden las necesidades de sus colaboradores, no saben la realidad ni de su empresa, ni de su entorno. No saben qué lugar ocupan.

Ser líder requiere sacrificios de tiempo, de desgaste emocional. Si nos quedamos sin brújula, hemos de saber leer en las estrellas, como hizo el capitán. Y las estrellas son muchas las señales que el mercado nos da cada día. Hemos de saber escuchar a los clientes, a las personas de nuestra organización. Para saber cuándo decir que sí, pero también que no. Escuchar solo lo que queremos oír no es ser un líder, es ser alguien que no quiere afrontar los problemas.

Cuando sabemos qué hacer o qué no hacer es que vamos por el buen camino, por la ruta adecuada, dejando ondeadas las velas correctas. Las que nos van a llegar por el mejor mar, a pesar de las olas. No hay rutas ni más fáciles, ni más rápidas porque a nosotros nos interesen más: el mar es muy bravo, es duro, como la venta, como las organizaciones. Menospreciar a la competencia no es de un líder, es de alguien que no es consciente de que cualquier pequeño banco de área puede hacerte encallar en el mar menos profundo.

Un barco siempre debe tener a la tripulación alerta, cada miembro tiene su pequeña gran función, y sin él nada será posible. Hemos de saber poner a cada uno en su correcto lugar. Un segundo oficial que no sepa su función, que no conozca los reales peligros del océano, solo puede hacer que acabemos en el fondo de un arrecife que no supimos ver por no estar atentos.

Ser un líder no es a tiempo parcial, es en todo momento. Es saber que algo influye en todo lo que nos rodea. Porque si estás en lo alto de un equipo, de una organización, pero no quieres serlo, mejor buscar a alguien que lo sea. Alguien que solo diga “sí, mi capitán” a todo, es la mejor forma de tener una tormenta blanca a la vuelta de la esquina y acabar con toda la tripulación a punto de ir al mar, sin botes salvavidas que te puedan ayudar.

Depende de ti ser un líder o el mal capitán de un barco que viaja hacia ningún lugar.

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