PANTER VITA ECO
  • Facebook
  • Twitter
  • Google+
  • LinkedIn
  • Compartir:
  • Compartir en Facebook
  • Compartir en Twitter
  • Compartir en Google+
  • Compartir en LinkedIn

Hoy nos vamos a esos maravillosos años 90, en concreto al año 1990, para hablar de una de las comedias más famosas de esa década. Hablamos de Pretty Woman, protagonizada por Julia Roberts y Richard Gere. Fue dirigida por Garry Marshall y narra la historia de Edward Lewis (Richard Gere) un rico y apuesto hombre de negocios que viaja regularmente a Los Ángeles.

Tras una discusión con su novia, conoce a una prostituta, que lleva a su lujoso hotel, el Regent Beverly Wilshire, se trata de Vivian Ward (Julia Roberts). Pese a que es ruda y vulgar, el protagonista se siente atraído por ella. Hasta el punto de que le ofrece 3.000 dólares por estar toda la semana con él. Durante esa semana ambos se irán conociendo y pasando por diferentes situaciones. Ella puede ir a comprar ropa cara que él le regala, para que le acompañe en diferentes actos.

Supongo que la pregunta qué tiene esto que ver con nuestro sector estará ya rondando por vuestra mente. Pues es clara, esta película que puede parecer la historia de la pobre sirvienta que acaba siendo princesa, o la de cenicienta, que acaba encontrando a su príncipe azul, es una fábula, en donde años más tarde una versión diferente crease a Sherk, feo, gordo, sin dinero, y acaba conquistando a la princesa.

Pues bien, para mi esta película muestra la lucha de muchas mujeres, en nuestro sector, a todos los niveles, en donde pueden padecer situaciones tan duras como la de la protagonista cuando quiere ir a comprar ropa. Simplemente por su aspecto, es rechazada, humillada, no tenida en cuenta. Cuantas veces ha pasado esta situación, cuando una mujer ha intentado optar a un puesto de ventas, en alguna compañía, no ha sido desestimada, por ser madre o ser un proyecto de serlo.

Cuando ni tan solo han considerado su candidatura por no considerarla apta para asumir retos, viajes, esfuerzos, por el simple hecho de no ser hombre. Cuando la dependienta de la tienda que no quiso atenderle vio un poco más tarde la gran cantidad de ropa que había comprado, se queda con la boca abierta, no puede ni creerlo. Juzgamos por esa primera impresión, sin dar tiempo a que podamos saber que hay en el interior, ni pensar más allá, que todos podemos ser iguales, o tener los mismos derechos a luchar por ese puesto, por ese reto.

Siempre hay personas dispuestas a ofrecer una ayuda, una mano amiga, como el director del hotel, que enseña a la protagonista como tiene que vestirse, como comportarse en esa cena tan importante. Hace de mentor, sin pedir nada a cambio, simplemente por el hecho de creer ver algo bajo esa primera impresión, cree en sus posibilidades, cree que todo el mundo tiene derecho a esa oportunidad para creer en sí mismo.

Todos vivimos esos momentos de éxito, de saber como si estuviésemos en la luna impulsados por un cohete estelar. Pero a la vez, podemos ser objetos de las peores humillaciones de nuestra vida, como la que vive Vivian en el partido de Polo por parte del abogado de Eduard. Nadie tiene derecho a realizar esos juicios, por creerse mejor, con más experiencia.

Hemos visto cientos de casos en donde compañeras de profesión han compartido mostrador con tantos clientes, en tantas salas de espera, con esa mirada que denotaba que tienen que demostrar mil veces que pueden ser mejores que nosotros, solo por el hecho de no ser hombres.

Pero no es solo en las ventas, lo vemos a diario en las tiendas de los clientes, muchas mujeres atienden a muchos clientes, en ferreterías, bazares, tiendas de muebles, etc. Cumplen con su labor, sin esperar un reconocimiento mayor, ni tampoco menor, cobrando en muchos casos salarios menores a sus compañeros, cosa injusta, que nadie quiere ver, por preferir mirar a otro lado.

O cuando nos atienden compradoras en cientos de cientos de clientes, en centrales de compras, no tienen que demostrar que son mejores. Son simplemente personas que trabajan duro, como los hombres. Pero que además después de su trabajo, son madres, con lo que su esfuerzo se tiene que retomar esfuerzos y energías.

No es un camino fácil, está lleno de obstáculos, en como un partido de futbol. Cada partido es diferente, no sirve de nada lo que has hecho el día anterior. Debes volver a demostrar con el nuevo sol que sale, que eres digna de ser quien ocupa ese puesto. Pese a que en muchas ocasiones es así, dan ese toque diferente, coherente, que da en algunos casos esa luz que a muchos nos falta.

No esperan que las salve ese príncipe azul subiendo por las escaleras, con esas flores rojas. Solo quieren ir por ese duro camino de la vida, del trabajo, sin tener que mirar atrás, sin escuchar comentarios salidos de tono, machistas, que no valoran a las personas por su esfuerzo, sino tan solo por su género.

Los cuentos de hadas, de princesas, son bonitos, son tiernos, pero la realdad de las calles es dura y cierta. Hay muchos Sunset Boulevard en el mundo. Donde cada noche se han de ganar la vida, recorriendo los adoquines de ignorancia y discriminación. No seamos parte de aquellos que miran a otro lado, no seamos de aquellos que no damos esa primera oportunidad, sin antes escuchar y ver que pueden aportar.

Hay mucho que ganar si damos la mano, igual que el director del hotel, sin esa oportunidad no hubiese acudido a la cena. No hubiese disfrutado de esa noche en la ópera, en donde pudo descubrir que hay todo un mucho diferente, a la que también tienen derecho. Dejemos que el destino de oportunidades, para poder recorrer esa calle, escuchando esa famosa melodía, en donde decía Pretty Woman….

En el fondo todas la son… pero hemos de saber verlo, seamos un poco R. Gere, rescatemos a tantas Vivian como podamos dando nuestra mano en lugar de nuestra espalda.

  • Compartir:
  • Compartir en Facebook
  • Compartir en Twitter
  • Compartir en Google+
  • Compartir en LinkedIn