PANTER VITA ECO
  • Facebook
  • Twitter
  • Google+
  • LinkedIn
  • Compartir:
  • Compartir en Facebook
  • Compartir en Twitter
  • Compartir en Google+
  • Compartir en LinkedIn

Cuando empecé en este mundo de la ferretería, también sabía qué coche tenían la mayoría de los agentes comerciales.

Con mis coches he mantenido largas conversaciones, hemos hecho muchos kilómetros juntos, nos hemos quedado tirados, hemos aparcado debajo de una buena sombra en pleno verano, esperando que abriera el próximo cliente

Todos los días tienen un santo, una celebración: el Día de la Madre, el del Padre, el de la tortilla de patatas, el del medio ambiente. Y todo tiene su patrón, hasta Internet lo tiene.
Pues sí, ese patrón es San Isidoro de Sevilla. Cuando uno se entretiene en leer el santoral se encuentra más de una sorpresa. ¿Y que tienen que ver este santo varón, la ferretería y los agentes comerciales? Menos a mi primer coche, un Ford Fiesta rojo, a los demás le puse siempre el nombre del santo que coincidía con el día en el que me daban las llaves. El otro día me di cuenta de que hace 40 años que tengo carné de conducir.

Con ese primero tome la costumbre, buena o mala, de saber qué coche tenía la competencia. Era práctica habitual salir con máquinas de escribir, de las primeras electrónicas, a hacer demostraciones. Cuando te dabas cuenta, los de la competencia venían detrás para saber adónde ibas, para llevar la suya al día siguiente. La verdad, era una situación surrealista, aunque también divertida.

Cuando empecé en este mundo de la ferretería, también sabía qué coche tenían la mayoría de los agentes comerciales. Por aquél entonces, y pareciera que hace mil años, éramos una tropa grande, visitábamos a todo el mundo y a veces tenías que hacer cola para que te atendieran. De ahí el querer saber el coche de la competencia (sobre todo) y de los demás también: se ahorraba uno tiempo al llegar al cliente y ver según que coche. Salías huyendo a otro, para avanzar. Por aquél entonces ya había estrenado mi segundo coche, Severo. Era el nombre que le tocaba. Me duró algo más de siete años y, ya en las últimas, una biela hacía tanto ruido que los clientes ya sabían cuándo iba por la esquina. Luego, les decía que así les daba tiempo a prepararme los pedidos. Años difíciles para mí: acababa de empezar, no conocía el sector ni los clientes, y ni tan siquiera las rutas. Ahora puedo dirigir a cualquiera desde casa con sólo indicaciones de lugares de referencia, un GPS humano.

El tercero tuvo un nombre más común, Jordi. Un salto descomunal en el tipo de coche. Un cochazo, me lo podía permitir. Eso fue lo que me pregunto un gerente de una de las empresas. "¿Te lo puedes permitir? Date el gusto, entonces". Era 1998 y empezaba a ser alguien en el sector, al menos conocido. La facturación subía y tocó trabajar muchas horas, o se trabajó y subió la facturación… una cosa iba implícita en la otra. Siempre es así, o debería de ser: a mayor dedicación, mejores resultados.
Este hice que durara también siete años. No me digas por qué, pero al final todos aguantaron el mismo tiempo. Los ciclos económicos, según los gurús, son de siete años. No lo había pensado nunca así, pero igual sí tiene su lógica. En mi caso, conseguí encadenar dos periodos seguidos de crecimiento. Luego empezó el derrumbe, pero eso ya fue con otro coche.

Hugo. El mejor de todos. Sin desmerecer a ninguno de ellos, todos me llevaron de aquí para allá, cumplieron su cometido. Con ninguno tuve ningún accidente, excepto con el primero, que casi no lo cuento, por culpa de un conductor de autobús irresponsable que se vino encima de mí… la poca velocidad, el cinturón de seguridad y la maniobra para no ir de frente me dieron la oportunidad de disfrutar de los otros. Fue un salto hacia delante, un coche superior, una berlina casi única. Parece que la apuesta de la marca no tuvo el éxito esperado, no porque el coche no fuera bien, quizás por el precio, porque marcas "más llamativas" tenían modelos parecidos y daban como más empaque. Bien al contrario, para mí pensaba que pasar desapercibido era mejor en esta profesión, donde lo que importa es que se acuerden de ti por lo que vendes, cómo lo vendes, lo que ayudas, lo que informas, la predisposición a solucionar los temas, y no por el coche que conduces.

Y llegó la crisis. A Hugo lo entregué con sólo cuatro añitos. Una equivocación, pero venían tiempos difíciles y había que ahorrar combustible. Con el tiempo, y a toro pasado, estoy convencido de que fue un error. A pesar de haber explotado todo, la crisis del 2008 que se llevó tanto por delante, a tantas empresas, donde la facturación se vino abajo. Con cambios importantes en mi vida, compré el siguiente. Uno familiar, quizás pensando que seríamos alguno más, además de los catálogos, las muestras y demás herramientas de trabajo.

Pablo lo recogí en el concesionario un día de lluvia, para estrenarlo bien. Con el que más tiempo he pasado, que no kilómetros, porque más o menos a todos les hice casi lo mismo. Donde más gente se ha subido, hasta siete personas cabían, incluido el conductor. Un maletero siempre repleto de catálogos, eso sí, muy bien ordenados, lo contrario de lo que a veces ves en otros coches de agentes o directores comerciales. Y es que los distingues por el desorden: papeles, ofertas, muestras, catálogos… una jaula de grillos, y todo en los asientos de atrás o en los pies del copiloto.

Y por fin, llegó Isidoro de Sevilla o el sevillano. Recién estrenado, todavía no ha cumplido el mes. La nueva generación de coches. Aquello del típico coche diésel para poder hacer muchos kilómetros a un bajo coste se ha terminado. El fin de los combustibles fósiles está llegando a su fin. Un hibrido no enchufable. Porque, eso sí, tipos de coches ahora hay para aburrir. Gasóleo, gasolina, híbrido (gasolina/eléctrico) no enchufable, híbrido (gas/eléctrico) no enchufable, eléctrico enchufable y, lo último de lo último, el eléctrico que no se enchufa… Si mi padre viviera fliparía con todos estos avances. Ya alucinaba cuando Hugo te decía por dónde ir a un lugar desconocido, imaginaos ahora.

No sé vosotros, pero con mis coches he mantenido largas conversaciones. Al final, hemos hecho muchos kilómetros juntos, nos hemos quedado tirados, hemos aparcado debajo de una buena sombra en pleno verano, esperando que abriera el próximo cliente. Claro que nunca me pasó, como me contaba un compañero, que en la sombra se quedó profundamente dormido y, cuando despertó, el cliente ya había cerrado y era de noche. Hemos hecho tiradas larguísimas, de más de 1.400 kilómetros: eso sí, para asuntos personales. A Pablo lo despedí hace tan pocos días que todavía, cuando salgo a buscar el coche, lo busco a él y no al nuevo. Será que ha pasado tantos años junto a mí que ahora lo añoro.
Y vosotros, ¿cuántos coches habéis tenido? ¿Han sido una herramienta más o "la herramienta"? Un agente comercial y su coche, también podía haber titulado este artículo así. Un corcel veloz que te ha llevado de cliente en cliente, cual caballero andante.

Esta vez no tengo libro para recomendar, y eso que acaba de ser Sant Jordi hace pocos días. Es que todavía estoy encallado en alguno anterior. Pero lean, lean y lean… eso sí, no lo hagan mientras conducen.

  • Compartir:
  • Compartir en Facebook
  • Compartir en Twitter
  • Compartir en Google+
  • Compartir en LinkedIn