PANTER VITA ECO
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Normalmente recordamos películas o series. Sin embargo, hoy hablaremos de uno de los concursos que cambió la historia de la televisión de este país. Nos referimos a ‘Un dos, tres… responda otra vez’, el programa que nació en 1972 de la mano de Chicho Ibáñez Serrador.

Durante 11 temporadas, seguir el concurso fue una cita obligada para muchos espectadores todas las noches de los viernes. En primer lugar, se emitía una parte de preguntas sobre cultura general. Seguidamente, se daba paso a actividades físicas como prueba eliminatoria. Finalmente, los espectadores presenciaban lo más divertido, la subasta. Aquí los concursantes finalistas llegaban descartando regalos y pruebas, hasta conseguir el regalo final que ellos mismos habrían elegido.

Se trataba de una sucesión de buenas o malas decisiones que tenían el premio o bien el mal regalo de una calabaza muy simpática llamada Ruperta.

El programa reunió a grandes profesionales. Algunos de ellos estaban viviendo sus comienzos en televisión, como las azafatas. Muchas de ellas han logrado ser actrices de éxito o presentadoras. En el equipo estaba Kiko Ledgard, que durante mucho tiempo condujo el programa con los concursantes con un personaje que siempre era muy negativo, Don Cicuta, interpretado por Valentín Torres.

Las subastas, además, tenían cada programa una temática diferente con humoristas y cantantes. El concurso tenía una amplia duración, lo que ocasionaba una compleja organización y puesta en escena. Los componentes del programa se fueron cambiando, pero conservando la esencial de la versión original.

Durante muchos años fue el gran referente de la televisión en este país. Principalmente fue un referente para todos los que fueron alumnos de ese gran realizador y creador televisivo, Chicho Ibáñez Serrador. Proporcionó una guía para responder. Sí, responder. Parece que en estos tiempos muchas personas que se han olvidado de dar respuesta. Este es un síntoma demasiado generalizado, no dar respuesta a nada.

Son demasiados los casos que nos encontramos cada día. Correos electrónicos sin atender, ofertas que no se envían o no se siguen, llamadas… Esa frase de “mándele un mail”, para qué, si ni lo va a leer, ni lo va a responder. Es como si únicamente tuviera valor el tiempo de uno mismo. Antiguamente una llamada se atendía antes o después. Los mails se respondían aunque fuera para decir “no me interesa”. Ahora todo es muy impersonal, todo es superfluo, no hay valor añadido, no hay valor humano. El respeto hacia el trabajo de los que están en la calle, ganando su sustento día a día, se ha desvanecido.

Somos conscientes de que hay demasiada oferta, una excesiva búsqueda de un nuevo cliente y venta. Pero de ahí a no querer salir de su zona de confort, de no querer ver nada nuevo o que pueda mostrarle que no están haciéndolo tan bien como se creen…

Los concursantes buscaban una opción u otra para salir con ese apartamento fantástico en Torrevieja, un coche o algún premio mayor. Para ello hay que saber escoger a los compañeros de viaje. Si no son los adecuados o vamos muy solos, podemos quedarnos con la fantástica calabaza Ruperta. Si no somos capaces de dar las respuestas adecuadas a esas preguntas, si damos una repetida, el tiempo se parará y Don Cicuta nos dirá “campana y se acabó”. Esa famosa frase.

¿Tan complicado es tener el trabajo organizado y dedicar una pequeña parte del tiempo a ver cosas nuevas? En otras ocasiones se nos piden cosas muy urgentes, casi de vida o muerte, se corre, se hacen mil y un milagros para cumplir con lo que nos ha pedido. La sorpresa no es que se pueda o no dar el servicio que nos han casi exigido, la sorpresa, es que no hay ni respuesta. Ni para bien, ni para mal. No hay agradecimiento ni la más mínima muestra de empatía hacia quien ha movido cielo y tierra para dar respuesta.

¿Por qué está pasando esto? Las nuevas generaciones no están valorando adecuadamente el lado humano de las relaciones. Todo son videollamadas, teletrabajo, mails; todo es sin presencia, sin acercamiento, sin el valor añadido de un apretón de manos. Con esto no quiero decir que todo lo nuevo es malo, al contrario. Pero no tiene nada que ver una reunión presencial, donde el lenguaje corporal y las expresiones juegan un papel casi fundamental para que, de alguna forma, eso se esté perdiendo.

Hay interlocutores que por sistema no responden o envían las cosas sin haberse leído lo que se les pedía. Sin cumplir los plazos, sin dar solución a lo que se requería. En otros casos, pasan meses y nadie responde hasta que un día necesitan una cosa urgente, pero de golpe se despiertan y lo quieren para ayer. Lo peor es que respondemos y seguramente nos tardarán en volver a responder otra eternidad.

Por favor, no olviden el ejemplo de ‘Un, dos, tres’. Gracias por su mensaje, gracias por su mail. Sería maravilloso que algunos vuelvan a recuperar la esencia de aquel maravilloso programa.

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